viernes, 11 de diciembre de 2015

Qué hago yo

Dime qué hago yo,
después de haber encontrado
el poema en el que maldecía
desconocer la estructura
que seguían tus lunares
ahora que ya los he acunado,
y no puedo seguir cantando la nana que haga que duermas en mi clavícula
(acomodada ya para ti)
porque solo quiero que nos hagamos gritar
y tú confundes eso con no callar y no decirnos nada nunca;

que no puedo seguir cantando
porque no puedo mentir más,
porque no me da la gana,
porque tú me estás creyendo.

Y no te automatizo, no,
y no dejo de mirar las pecas
que salpicas cuando te da el sol, no.

Y qué guapo que estás ahora.
Mierda.

Que se me hace demasiado familiar tu olor para lo huérfana que me siento cerca de ti.
Que continuamos sin gritarnos y sin embargo,
solo escucho ruido.

Vuelve aunque no te hayas ido.

Que lo sé, que no nos acabamos de conocer, pero tampoco habías llegado antes.

martes, 18 de agosto de 2015

3, 2, 1...

Correr no está mal y huir a veces es necesario.
Creo que no debe existir un porqué exacto y menos aún un cuándo,
pero sí un dónde para eso de no perderse.

El impulso que nos da la salida, muchas veces debería ser el mismo que nos supiera frenar,
para eso de no ir corriendo como locos por la vida.

No saber cuando parar es muy jodido y más aún si cuando lo consigues continuas estando igual de cansado. Aunque hablemos de cansancios diferentes.

Creo que no es tan difícil, pues hablamos de instintos y a todos nos gusta sentirnos animales,
pero es que no entendemos que a veces no nos vale eso de las salvajadas y hay que confiar en la manada.

Ahora mismo necesito correr,
llevo tiempo haciendo los preliminares, pero no arranco por el miedo de no saber parar.

Pero no aguanto y el compás que dentro nos mueve parece que va a darme ya la salida
y corro
               pero no llego.

                                         Párame.





viernes, 24 de julio de 2015

Concédeme esta última psicofonía, amor.

Me juego la cordura asegurando que has cambiado de labial a uno sabor café.
Porque no encuentro sentido a esta carencia de sueño,
ni a esta adictividad y ganas de.

Dicen por ahí, que nada de eso tiene que ver, que todo lo provoca tu ausencia
y que olvide a los fantasmas que no me dejan ser.

Pero no tienen ni idea, porque desde que no estás yo soy uno, que no es capaz de mirarse al espejo porque su propio reflejo le da miedo.
Pero me tranquiliza el imaginar que sabes de lo que te hablo y que por eso no quieres verme.
Entonces, se forma éste círculo de vicios,
sin el mayor de ellos, que eres tú.

Y me queda conformarme pensando que volverás y me concederás una última psicofonía.

La luna no usa tacón

Hoy decías
que querías estar guapa,
cómo si eso no fuera ya algo habitual.

Que te pintarías los labios para camuflar
tu mueca triste.
En vez de dejarlos libres
y que tus mariposas vuelen.


No te peines, estás genial. 
Así, salvaje,
librando alguna de tus guerras.
Ya sabes,
a mi, que me encantan,
no sabes como envidio
a las enredaderas que quedan colocadas
con delicadeza sobre tus pechos,
bailando.
Sin compás, sin miedo alguno
a pisar los pies
de tu corazón.

Quédate en zapatos planos
o descalza.

La luna
es la que debería usar tacón,
porque sigue sin estar a tu altura.

Y yo, que tampoco lo estoy,
me quedo aquí, observando
y joder, 
menudas vistas.

lunes, 20 de abril de 2015

Lunes, de mierda


Cuando nos alertan de algo
preferimos cubrirnos y protegernos,
creyéndonos todopoderosos. En vez de apartarnos y librarnos de ello.
Porque así, si tenemos suerte, incluso nos queda algo de dolor, que parece que nos gusta.
Eso sí, siempre que sea el nuestro. Así que, nos viene genial que el otro no se mueva, para que así, no nos salpique su mierda.

Y claro, así andamos todos. Cagándonos encima.